Del prólogo de Diego Garefa: La manipulación genética comenzó a ser posible en la década de los años setenta, con la puesta a punto de la téenica del ADN recombinante. Desde el comienzo tuvieron muy claro sus promotores el riesgo de su aplicación indiscriminada y por tanto la necesidad de controlar su uso mediante critetios éticos y normas jurídicas. (…)
Todo tiene límites y la ingeniería genética también. Pero el ponérselos es la gran responsabilidad individual y colectiva de los seres humanos. De ahí la importancia de la reflexión ética (…)
Se trata (en este libro) de una reflexión sobre los problemas éticos que plantea la aplicación de las técnicas de ingeniería genética a los seres humanos. No es una reflexión dogmática, que busque prohibir o anatematizar. Esas actitudes son siempre fruto del miedo y la angustia y difícilmente pueden conducir a nada bueno. La gran tarea moral no es prohibir o sancionar, sino reflexionar sobre todos los factores implicados, en orden a tomar decisiones razonables y prudentes. Esta es la gran palabra, prudencia La gestión de esta nueva técnica no puede consistir ni en su prohibición absoluta ni en su total aceptación, sino en el fomento de su uso prudente. La prudencia es la gran virtud moral. Y la función de la ética no es otra que promover la reflexión individual y colectiva en orden a la toma de decisiones prudentes. Nuestra sociedad, que está conociendo tantos y tan importantes cambios, necesita más que nunca ejercitarse en esta actividad.
